“Hay un
fenómeno opuesto al déjà vu. Lo llaman jamais vu. Es cuando uno se encuentra con la misma
gente o visita un sitio una y otra vez pero siempre es como la primera vez. Todo
el mundo es siempre extraño. Nunca hay nada familiar.”
Chuck Palahniuk
Sueña que es niño y visita una finca con sus
amigos. Van a pasar tres días para hacer labores de campo. De entre todas las
tareas les ruega, suplica, implora que no lo obliguen a recoger huevos para el
desayuno. Odia las gallinas, y les teme todavía más. Pero ya está solo,
indefenso, en el galpón. Aunque no las ve, se sabe vigilado por sus miles de
ojos diabólicamente anaranjados. Lo mejor es tomar rápido unos huevos y escapar
antes de que se abalancen sobre él. Mirando alrededor que no haya ninguna aprovecha
y mete la mano en un nido desprotegido. Se estira, tantea, ¡agarra el huevo!
Tira de él, y no lo puede sacar. Voltea a ver por qué no sale. Tiene su mano en
las entrañas de mamá gallina que aletea, feroz, sobre el nido. La cresta convulsa
del ave le da náuseas, las arrugas descascarilladas de las patas son repulsivas
y el pico afiladísimo. Mamá gallina le picotea el brazo, lo acribilla, lo destroza.
Él se esfuerza por desencajarlo y liberarse, pero está tan agujereado que lo arranca
y lo pierde del codo para abajo. En el sueño huye despavorido de la finca; ya
se está montando en un bus y escapa hacia la ciudad. Respira calmo porque se
salvó. Sin embargo, en el techo suenan
arañazos; es la monstruosa mamá gallina rasgándolo. Lo destapa. Deja caer de su
pico lo que quedó del brazo y los pasajeros se lanzan a picotazos como pollos
voraces sobre los restos del pobre niñito.